Con la construcción de las plantas de INTEL en la
Ribera de Belén, al parecer surgió el sitio que mayor enseñanza, respecto de lo
que fueron nuestros antepasados y que luego de muchos meses de trabajo y una
treintena de personas involucradas, se estudiaron aproximadamente 4.000 metros
cuadrados.
Javier Artavia, arqueólogo jefe del proyecto nos
relata que: “se encontraron
gran cantidad de evidencia y restos de unos 3.000 años de antigüedad,
lográndose excavar los restos de ocho viviendas que presentaban formas
cuadrangulares y circulares, y dentro tenían áreas para tumbas. Además, se
encontraron otros cuatro cementerios"[2],
dejando al descubierto hallazgos importantes que posibilitan aún más
conocer acerca de quienes habitaron estas tierras mucho antes de la llegada de
los españoles.
En dicho estudio se encontraron con restos
asociados a 100 tumbas con objetos que,
según los arqueólogos, fueron ofrendas, trozos de huesos, 826 objetos completos o semicompletos y la obtención de 300 cajas con fragmentos de vasijas, semillas, piedras, carbón y tierra, en tumbas halladas a un metro de profundidad, mientras que los cimientos de las viviendas estaban a 40 centímetros bajo la superficie, lo cual indica que datan de unos 1.000 años de antigüedad.[3], arrojado datos relevantes acerca de la existencia de asentamientos importantes en esta parte del Valle Central y de nuestro cantón.
según los arqueólogos, fueron ofrendas, trozos de huesos, 826 objetos completos o semicompletos y la obtención de 300 cajas con fragmentos de vasijas, semillas, piedras, carbón y tierra, en tumbas halladas a un metro de profundidad, mientras que los cimientos de las viviendas estaban a 40 centímetros bajo la superficie, lo cual indica que datan de unos 1.000 años de antigüedad.[3], arrojado datos relevantes acerca de la existencia de asentamientos importantes en esta parte del Valle Central y de nuestro cantón.
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